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Niños del suburbio
Matilde Lloria
Trepando por el aire del júbilo prohibido
se enfrentan a su suerte. La tibieza
de sus jóvenes ansias se reparte
en arroyos secretos. Con su leve
resonancia dan paso a la esperanza
aunque el pan escasee, y la alegría,
no tenga ruiseñores en sus ramas.
Ellos, los olvidados, apagados
contra la luz del manantial que nutren,
encienden ese azul que prevalece
largamente en el mar, en la celeste
vecindad de los sueños que navegan
hacia el tiempo de estrellas alcanzables.
Tenazmente, los niños del suburbio,
se acercan al lugar de alguna dicha
en la que tiene parte. Y reclaman
a golpes, dentelladas, ramalazos
de sangre palpitante y densas ráfagas
de silencio. Nos quitan su destino
rebosante de cauces y hondas voces.
Tienen alrededor, cuando despiertan,
su jornada de sombra, aunque esté el día
con su sol derramado sobre el pecho
y, aquilatando el dolor y sus ortigas,
un ángel invisible ande entre ellos. |