PÉREZ CONTEL - ESCULTOR

Rafael Pérez Contel: "Para ejecutar divide el tiempo en diez. Ocho para observar. Dos para realizar".

La Prisión Celular de Valencia

RAFAEL PÉREZ CONTEL, UN ESCULTOR  EN LA CÀRCEL MODELO DE VALENCIA
Rosa Peralta

¿Qué puede hacer un hombre o una mujer privados de libertad, y con la incertidumbre de la muerte, para ahogar ese silencio del que nos habla el poeta preso?. La experiencia del escultor Rafael Pérez Contel (Valencia, 1910-1990) en la prisión Modelo de Valencia será el hilo de Ariadna para hablar de la situación por la que pasaron muchos artistas republicanos en las prisiones españolas.

La cultura como fusil

El lápiz, el cincel o la pluma fueron ya durante la guerra civil española herramientas que se utilizaron para defender la legitimidad republicana. Dos hechos tan significativos como la inauguración en Valencia del “II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura” el 4 de julio de 1937 o el Pabellón de España en la “Expositión Internationale des Arts et Techniques pour la vie moderne” celebrada en París el
año 1937 son el mejor exponente de esta militancia cultural, consecuencia directa de que lo mejor de la intelectualidad española y extranjera estaba con la II República. En ambos acontecimientos intervino la  Aliança d’Intel.lectuals per a la Defensa de la Cultura  de Valencia (AIDCV) . La AIDCV se constituyó oficialmente el 15 de septiembre de 1936, y sus intenciones quedaban perfectamente expresadas en sus siglas. Tal comoexpresa Aznar Soler “aquesta iniciativa no era aïllada o local sinó que suposava la concrecció valenciana dels acords presos pel Primer Congrés Internacional d’Escriptors per a la Defensa de la Cultura celebrat a la ciutat de París entre el 21 i el 25 de juny de 1935” . Por ello se entiende que unos años después sea la AIDCV la organizadora y propulsora, junto con el Ministerio de Instrucción Pública, del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura del que antes hablábamos, que convocó en Valencia en aquella sesión inaugural del 4 de julio a André Malraux, Claude Aveline, Tristan Tzara, Octavio Paz, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, José Bergamín y Antonio Machado por citar a algunos de aquellos intelectuales  que se solidarizaron contra el fascismo. La Aliança d’Intelectuals estaba constituida por cuatro secciones: Literatura, Música, Publicaciones y Artes Plásticas. En esta última, que fue muy activa durante los años que duró la guerra, se encontraba, entre otros, Rafael Pérez Contel. También estaba entre los colaboradores de Nueva Cultura , revista literaria y artística con vocación de vanguardia que había sido creada en 1935 bajo la dirección de José Renau y que tuvo un prestigioso grupo de colaboradores. La revista, en su segunda época, fue el órgano oficial de la Aliança.

En cuanto al Pabellón de España era un magnífico edificio proyectado por los arquitectos Sert y Lacasa para representar al país en la Exposición Internacional de París de 1937. En él destacaron los fotomontajes de Renau que estaban tanto en el interior como en el exterior del edificio. Con ellos, al igual que con las obras artísticas que en el Pabellón se expusieron, se pretendía denunciar la situación que vivía la España
republicana a causa del alzamiento militar. De la importancia que en esta exposición del gobierno republicano tuvo precisamente lo artístico es una muestra las obras expresamente realizadas para el pabellón, por los más prestigiosos artistas españoles, como fueron: “El Guernica” de Picasso ; el mural “El Payés catalán en revolución” o “El Segador” de Joan Miró, hoy desaparecido y “El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella” de Alberto Sánchez. A ellos se les sumó “La fuente de mercurio”
de Alexander Calder. Además de estas obras, colocadas en lugares preferentes, hubo una Sección de Artes Plásticas en la segunda planta, que compartía espacio con la Sección de Artesanía, donde se expusieron obras enviadas desde Valencia, Cataluña y Euskadi. Tal como comenta Josefina Alix “dada la gran cantidad de obra que finalmente llegó a París, efectivamente la exposición de arte hubo de ser renovable e, incluso, hubo obras que estando allí nunca llegaron a exponerse por falta de tiempo” . En la selección de obras, todas ellas de denuncia, que llegaron de Valencia intervino directamente José Renau. Por ello, muchos de los artistas del grupo de la Sala Blava que él lideraba y que estaban adheridos a la sección de Artes Plásticas de la Aliança d’Intel.lectuals expusieron obras en el Pabellón, como Enrique Moret, Rafael Raga Montesinos, Manuel Edo Mosquera, Ricardo Boix, Antonio Ballester, Francisco Carreño y Pérez Contel. Este último participó con la talla en piedra “Joven miliciano” y un relieve en el que se veían dos mujeres . Ambas desaparecieron al desmantelarse el Pabellón.

Apuntes para un esbozo biográfico: Pérez Contel (1909-1990)

Rafael Pérez Contel nació en Villar del Arzopispo (Valencia), el 24 de octubre de 1909. El padre, que era minero, fue uno de los promotores de la introducción del caolín entre los ceramistas valencianos. Con los ceramistas a los que su padre frecuentaba tuvo los primeros contactos con la cerámica, una de las vertientes artísticas de su obra.

A la edad de quince años junto con su madre y hermana se fue a vivir a Valencia, debido a la separación de sus progenitores y con la esperanza de que les sería más fácil encontrar trabajo en la ciudad. Desde muy joven compaginó trabajo y estudios: en la Academia Boix, donde trabajaba de camarero, realizó el bachillerato y haciendo de aprendiz en el taller de imaginería de Vicente Gerique adquirió la formación necesaria para entrar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, donde de 1928 a 1932 estudió Escultura
ayudado con las becas que concedía el estado. La escultura estará siempre presente en sus creaciones, tanto cuando dibuja como cuando realiza piezas cerámicas.

Comenta Agramunt Lacruz que fue durante sus visitas al taller de Antonio Ballester Aparicio, en la calle de El Salvador, cuando entabló amistad con un grupo de artistas jóvenes, entre los que se encontraban José Renau, Francisco Badía y Francisco Carreño” , es decir, aquellos artistas que intentaron renovar la estética formal escultórica del arte local. Según Juan Ángel Blasco, refiriéndose a la escultura aunque se podría generalizar a otras manifestaciones artísticas, “el conjunto de la aportación escultórica valenciana de este período –representada por Badía, Ballester, Boix, Moret y Contel-, se nos presenta más ‘vanguardista’ en el plano de las aspiraciones que en el de las realidades”, aunque “no valorar su esfuerzo, en una Valencia poco conectada con el exterior y hostil a las propuestas novedosas, sería injusto” .

La participación del escultor Pérez Contel en la vida cultural valenciana de la II República y la guerra civil fue intensa. Así lo encontramos entre los asiduos de la Sala Blava, espacio alternativo al “Círculo de Bellas Artes” donde se hacían tertulias y exposiciones más vanguardistas que en aquel otro espacio institucional y, como ya se ha indicado, fue colaborador de la revista Nueva Cultura, componente de la Sección de Artes Plásticas de la AIDCV, y participante en  la Exposición Internacional de París de 1937. Estuvo también al servicio del director general de Bellas Artes José Renau, para atender a escritores y artistas plásticos que se alojaron en la Casa de Cultura. Precisamente en esa etapa, cuando Valencia fue capital de la República, entablaría amistad con Antonio Machado y Juan Gil Albert. A Machado lo visitó con frecuencia en Casa Amparo de
Rocafort, Valencia, donde vivió durante la guerra civil. Como muestra de su admiración hacia el poeta haría, mucho después en la etapa democrática, la maquetación e ilustraciones de Valencia a Machado, una bonita edición que prologó junto con Jesús Huguet. Es uno de los varios libros, de esmerada edición, que le publicó la Generalitat de València. También Miguel Hernández o el escultor Alberto Sánchez se encontraban entre sus amigos más admirados. Con ellos se sentía más unido que con otros por proceder de familias humildes. Cuando Alberto se fue a París a realizar su escultura “El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella”, Pérez Contel, que ya había ejercido de profesor en Alzira, le sustituyó en su trabajo de profesor de dibujo del Instituto Obrero. Lo consideró siempre uno de sus maestros.

Al movilizarse su quinta, puesto que había realizado el servicio militar en el Grupo de Información de Artillería de Barcelona, fue destinado, y así nos lo cuenta él mismo: “a la Agrupación Artillera con base en Sagunto, donde hice el período de adaptación antes de formarse baterías para el frente” . Finalmente no fue al frente por ser reclamado en el Gabinete Topográfico para informar sobre la situación portuaria.

Cuando acaba la guerra con la derrota del Frente popular, él, que no tenía “delitos de sangre” – tampoco una obra artística comprometida como si la tenía el dibujante Bluff con el que estuvo también en la cárcel Modelo de Valencia y que fue fusilado, o el caricaturista Gori Muñoz que desde Cataluña huyó a Francia y después se exilió en Buenos Aires -, se quedó en Valencia, no intentó huir. No tenía malas relaciones con la
iglesia, recordemos su formación como escultor de imágenes y, aunque había defendido la República, al acabar la guerra estaba tranquilo. No pensó que pudieran detenerlo aún cuando su colaboración cultural no había sido desdeñable.

Situación carcelaria cuando acaba la guerra. ¿Cultura en las cárceles?

Con la ocupación de Cataluña miles de personas cruzaron la frontera francesa para ser abandonados -que es más exacto que alojados-, en los precarios campos de concentración franceses de donde muchos serían deportados, engrosando las cárceles y los campos de concentración peninsulares. Valencia ya llevaba tiempo incomunicada con Cataluña. Por ello a los soldados republicanos que allí estaban, en su huída de las tropas
franquistas, no les quedó más opción que ir al puerto de Alicante en espera de unos barcos que les llevaran al Marrueco francés. Era finales de marzo y en el puerto alicantino estaban también muchos madrileños que tras la caída de la capital llegaban con el mismo objetivo. José Leiva en Memorias de un condenado a muerte describe muy bien la angustia de esa espera sin fin: “Empezamos a sentir las voces del exterior, los vítores y aplausos a las tropas de Franco. Un silencio espeso, tenebroso, cuajado de agonía, se apoderó del recinto que ya no era “Zona Internacional”, sino prisión”. Sus icisitudes por diferentes recintos carcelarios, muchos provisionales, son un testimonio más de la dureza de la situación: falta de espacio en las celdas, condiciones insalubres, carencia de alimentos, maltratos, torturas y vejaciones, juicios falsarios…

Efectivamente fueron esas denuncias uno de los mayores miedos de aquellos días que se sumaban a la inseguridad que había dentro por la amenaza de las sacas, complots de los presos comunes para asesinar a los políticos. Y, anotemos también que unas de esas denuncias – la de la portera de su casa entre otras, según comenta el hijo del escultor-, llevó a Rafael Pérez Contel a la Modelo de Valencia.

Si se improvisaban recintos era porque las cárceles tradicionales estaban desbordadas. Como caso extremo se puede citar a la Modelo de Barcelona que, concebida para alojar un máximo de 820 reclusos, llegó a tener unos 12.000. Por otra parte, Rafael Pérez Zarapico, el hijo de Pérez Contel, recuerda el comentario de su padre sobre aquellos días en que, durmiendo sobre el suelo de la Modelo de Valencia, eran tantos los presos
que no se podían dar la vuelta. Con tanta superpoblación carcelaria la situación penitenciaria de la inmediata posguerra era desastrosa y anárquica. Por ello, en abril de 1945, con el inminente final de la II Guerra Mundial y la caída del fascismo en Europa, los poderes gubernamentales españoles preocupados por la imagen exterior de su sistema penitenciario editan la Revista de Estudios Penitenciarios: publicación
periódica mensual que en su segundo año pasa a llamarse Revista de la Escuela de Estudios Penitenciarios, ya que era precisamente para esta escuela que formaba a los funcionarios de prisiones para la que estaba destinada. En ella se pretendía dar una imagen de normalidad y progreso en el sistema penitenciario. Aunque los presos y sus producciones culturales no estaban representados -esta función la tenía el semanario Redención -, en la revista de los funcionarios de prisiones sí que se dejaba constancia, a
través de fotografías y algunos artículos, de las colonias penitenciarias, donde se  utilizaba a los presos políticos para trabajos de construcción y reconstrucción externos a la cárcel. También hay documentación gráfica de algunos de los talleres que estaban en el interior de los recintos y que, como las colonias, acabaría siendo otra manera de “redimir penas por el trabajo” aprovechando la mano de obra cautiva. El Patronato Central de la redención de penas por el trabajo, que había sido creado en 1938 motivado en gran parte por el acuciante número de presos de guerra aunque sin llegar al de la inmediata posguerra, no se legalizó hasta la promulgación del código penal de 1944 y se ha de llegar al 8 de febrero de 1946 para que se apruebe el “Reglamento del Trabajo Penitenciario realizado en el interior de los establecimientos” . Lo que quiere decir que cualquier taller montado antes de esta fecha no tenía un sistema de “redención” como tal y el atenuante sobre los que en ellos estaban dependía de cada centro penitenciario. Se sabe con certeza que desde un principio, en algunas prisiones, existieron talleres en el interior, aunque no muchos dada la falta de espacio.

Por las memorias oficiales se comprueba que estos talleres, en su mayoría se referían a profesiones artesanales, como era la carpintería, alpargatería, panadería, vestuario… De este modo podían usar el producto resultante para consumo interno o para vender fuera a precios más competitivos. Los únicos talleres artísticos que se nombran son losde “Artes Gráficas”, que probablemente acogían a los artistas plásticos. Pero a nivel personal o en grupo, casi siempre con iniciativas propias, los artistas e intelectuales
españoles presos en las cárceles franquistas no cesaron de crear. Como el poeta Miguel Hernández que no dejó de escribir en las diferentes cárceles por las que pasó hasta morir de tuberculosis en la de Alicante el año 1942. También Cipriano de Rivas Cherif mientras estaba preso o incomunicado, en sus diferentes destinos, escribía versos y comedias. Pero si pudo montar el Teatro-escuela en el penal del Dueso, fue gracias al interés que tenía por el teatro el director del penal Juan Sánchez Ralo. Con el teatro dinamizó la vida diaria de sus compañeros de presidio durante dos años. La actividad cultural era, para intelectuales y artistas, una manera de trascender los muros que les aprisionaban. Sin embargo, los vencedores, tenían un modo diferente y muy especial de mirar la cultura, que en realidad se moría en las cárceles o se dispersaba por el exilio. Así se aprecia en las palabras de Amancio Tome Ruiz, director de la Escuela de Estudios Penitenciarios, en el artículo “La cultura en el Organismo Penitenciario”:

“El funcionario de Prisiones tiene que actuar por medio de la enseñanza y de la educación, de la
disciplina y del trabajo sobre hombres, muchos de ellos deformados espiritualmente,… Para llevar a
cabo esta labor correccional, en evitación de tantas ruinas morales y fisiológicas, ¡cuánta cultura ha de
ser necesaria!»

Por ello, muchas iniciativas que se podrían llamar más culturales partían de los presos, y no todas podían quedar reflejadas en las memorias oficiales. Tampoco los dibujos subversivos o contestatarios, que hacían en un pequeño trozo de papel o que quedaban guardados en la memoria ante el miedo de ser descubiertos. Sólo los poemas al Caudillo, al régimen o a la religión cristiana, así como la estatuaria o la pintura religiosa
podía ser constatada.

Pérez Contel en la Modelo de Valencia. El taller de escultura

Al finalizar la guerra el Colegio de Profesores de Dibujo de Valencia convocó a RafaelPérez Contel, como a otros muchos artistas, a que se presentaran en San Carlos. Allí mismo detuvieron a todos. A partir de ese momento comenzaría su periplo personal y familiar. Se le atribuía el haber participado en la quema de la iglesia de San Agustín y varios conventos de Alzira, el lugar donde vivía y ejercía de profesor cuando ocurrieron aquellos nefastos acontecimientos. La familia buscó recomendaciones de todo tipo, pues intentaban conseguir la “prisión atenuada” que era uno de los muchísimos grados que existían. Consiguieron reunir unos veinte avales. Todos estos documentos, copias manuscritas o mecanografiadas de los presentados, fueron guardados por el artista, y vueltos a utilizar para la revisión de su causa y la posterior “rehabilitación”. El cura de Villar del Arzobispo o el presbítero de la catedral de Valencia son algunos de los que  piden la prisión atenuada; también amigos y compañeros del Instituto de Alzira que eran afines a la Falange certifican que estuvo con ellos cuando los del frente popularquemaron iglesias; un sacerdote franciscano, Fray Juan Rafael Alventosa Garci, que tenía el cargo de “recuperación de los libros por encargo de la disuelta Alianza de Intelectuales” o el rector de las Escuelas Pías de Alzira entre otros dan fe de su correcto comportamiento con alumnos y religiosos. El apoyo de Alzira al escultor y profesor por los que habían ganado la guerra fue total. No quedaba ninguna duda de su no implicación en los desastres allí cometidos. También todo un grupo de personas de Villar del Arzobispo, su pueblo natal, encabezados por Antonio García Esteban que era el jefe local de la F.E.T. y de las  J.O.N.S., escribe uno de estos documentos donde se destaca su constancia en el estudio, trabajo y religiosidad y concluyen:

“Dadas las excepcionales cualidades que posee como persona de recto proceder y humanos sentimientos le creen los que declaran incapaz, al mencionado Rafael Pérez Contel, de cometer ningún hecho delictivo durante la dominación rojo-separatista”. Y no dudando que al hacer la presente declaración ayudamos la labor de la Justicia firmamos…”

El documento lo firman, además del ya citado, Abel Barcelo, secretario de Acción Católica; Salvador Oficial, delegado de CNS; Vicente Llatas, maestro nacional; José Cervera, alcalde-presidente; Gregorio Cervera, 1º teniente alcalde y otros.  La agonía por acumular papeles por parte de la familia era tal que incluso engrosaron la documentación con un papel del Instituto de Alzira, fechado el 14 de febrero de 1939, reclamándole unos libros que debía a la Biblioteca, para que se viera que todos son de temas artísticos y nada subversivos. A través de todos estos documentos, en los que siempre se merma su importancia para
atenuar su situación, se reconstruye los hechos más significativos de la biografía del escultor: estuvo en la F.U.E. (Federación Universitaria de Estudiantes), según certifica Miguel Guzmán Aparicio, que especifica que no tuvo cargo directivo; por el certificado emitido por la imprenta “Tipografía Moderna” donde se imprimía Nueva Cultura se afirma su participación en el número especial de las fallas antifascistas que hizo esta revista en 1937, aclarando que no lo dirigió él sino José Renau; otro papel comenta que perteneció a la Aliança d’Intel.lectuals per a la Defensa de la Cultura” desde octubre de 1936 hasta el mes de marzo de 1937, aunque sin haber desempeñado ningún cargo directivo ni en la Junta de Gobierno; y, por último, que estuvo en el Gabinete Topográfico en la sección de Planos durante la guerra.

Mientras todos estos papeles eran reunidos por la mujer y madre de Rafael, él, en la Modelo, como los otros artistas mataba su tiempo trabajando en el taller de Escultura que había creado Tonico Ballester, otro de los escultores del círculo de Renau y de la sala Blava, que ya se ha citado. Así cuenta Ballester como se le ocurrió la idea, en su intento de emular a los médicos presos que se organizaron para controlar la sanidad:

“¿Qué podíamos hacer los artistas?, me pregunté. ¿Cómo mejorar nuestras condiciones en el interior y la de nuestras familias en el exterior? La idea me llegó el primer domingo de estancia en la cárcel, tras la obligada asistencia a misa. Hice llegar un recado al cura de la cárcel haciéndole saber mi interés en hablar con él. Probablemente accedió a hablar conmigo porque supuso que requería algún tipo de asistencia espiritual. Pero mi idea era otra; aprovechando su condición de requeté crítico de las ideas y acciones falangistas, le hice ver las precarias condiciones de espacio y ornamentación en que debía desarrollar su oficio religioso; le expuse la idea de crear un taller en el que los artistas allí reunidos podríamos construir un altar y hacer del espacio en el que oficiaba sus misas una “catedral”. Y así empezó una inolvidable experiencia de solidaria y creativa sobrevivencia. Por mediación del cura, convencimos al director de la cárcel, del cual obtuvimos ser instalados –los artistas-, en las llamadas “celdas de pago” para hacer de su galería un auténtico taller-estudio. “Hemos conquistado a los salvajes”, nos decíamos… Toda la galería era un gran estudio-taller que poco a poco olvidó el proyecto inicial para dedicarse a producir todo tipo de objetos destinados a ser vendidos en el exterior por nuestras familias”

Eran los primeros años de la posguerra y la normativa para talleres, tal como se ha comentado, aun no estaba reglamentada. No podía haber reducción de pena, tampoco pago de dinero, como apreciamos en las palabras de Ballester. Como mucho podía ser un atenuante a tener en cuenta, lo cual, en aquellos días y tal como estaba la situación, ya era mucho. Así se aprecia en el aval que firma Sebastián Monzón Hernández, “Presbitero Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral de Valencia y Capellán de la Iglesia del Milagro de esta ciudad”, el 16 de octubre de 1939, donde dice conocer a Pérez Contel desde pequeño, y afirma:

“Que sin que conozca el por qué se sabe ahora preso en la Cárcel Celular de Valencia donde goza del aprecio y consideración de todas las autoridades de la cárcel por su comportamiento ejemplar y trabajos realizados a favor del servicio religioso de la prisión; que enterado de que se está tramitando el expediente de prisión atenuada en su favor y suplicado por sus familiares para que les proporcione un informe que le pueda ayudar a la solución favorable de lo que pretende, sin que lo que diga pueda significar ingerencia en el futuro fallo de la justicia, declaro que dado el ambiente en que vive y las condiciones morales del mencionado Pérez Contel, se puede asegurar que alcanzados los beneficios de la prisión atenuada que solicita no ha de eludir en ningún caso la acción de los tribunales a que está sujeta”

Efectivamente trabajaba a “favor del servicio religioso” y ello era algo a considerar, pero nada más. Todos estos documentos, que avalaban la integridad personal y humana de Rafael Pérez Contel y mermaban su militancia cultural, se presentaron en el Juzgado Militar número seis de Valencia, citándosele para el 14 de febrero de 1942. Según el mismo Pérez Contel “En 1942 salí de la cárcel sin ser juzgado, en libertad provisional, se llamaba, y en 1944 fui juzgado por el Tribunal Militar y condenado a tres años y un día, por la eximente de obediencia debida”.  Lo que consiguió fue la “prisión atenuada” y no volvió a entrar en la cárcel, esos tres años y un día de los que nos habla fueron de libertad condicional. Pero la normalización de la vida de un expresidiario de las cárceles franquistas no era nada fácil. La prisión, fuera de los muros, se prolongaba durante años. En el caso de Pérez Contel, su “rehabilitación” no la consigue hasta el año 1955 que es cuando puede acceder de nuevo a la función pública, para trabajar de profesor interino en el instituto de Xátiva. Aunque tuvo otra vez que presentarse a oposiciones y ganar la plaza de la que había sido destituido. Hasta este momento su vida laboral había sido un ir y venir entre trabajos precarios y no bien retribuidos que se acababan si llegaba una nota diciendo que era rojo. Incluso llegó a estar un par de años trabajando en Barcelona para una empresa que hacía esculturas para fachadas. Por ello muchas de las recomendaciones que le hicieron para su salida de la cárcel las volvió a reutilizar para conseguir la citada
rehabilitación, que le costó años. Las acusaciones que se le imputaban están expresadas en una carta que le dirigió la Delegación Provincial del Juzgado Superior de Revisiones del Ministerio de Educación Nacional, fechada en Valencia el 10 de diciembre de 1954, con motivo de la tramitación que había solicitado:

  • a) Ideas izquierdistas, desafecto al Régimen del Movimiento Nacional
  • b) Propaganda secreta en compañía de otra persona, para que de entre los afiliados al Partido Socialista se ganasen adictos al Partido Comunista
  • c) Mala conducta religiosa

Después, con un tono incrédulo, el remitente hace referencia a los “numerosos documentos que contradicen las anteriores acusaciones”. A pesar de ello la tramitación fue realizada y consiguió volver a la función pública como docente, después de quince años de estar apartado de ella.

“Dibujos soñando escultura” en la cárcel o sobre la cárcel

Los dos años que Rafael Pérez Contel estuvo en la cárcel se dedicó a trabajar en el famoso retablo del que habla Ballester. La situación no era fácil, la disciplina férrea, los suicidios frecuentes. Algunos de los que pasaron por el taller de escultura fueron fusilados. La atmósfera que allí había la recoge muy bien Pérez Contel en una serie de dibujos y apuntes que hizo sobre el tema. No solía poner la fecha y es difícil situarlos y datarlos. Pero se podría suponer que aquellos realizados en pequeños trozos de papel de mala calidad y recortados a mano podían ser los de dentro de la cárcel. Son apuntes rápidos con técnica mixta, donde conviven lápiz, bolígrafo y pinturas aguadas. En otros utiliza pastel o tiza. Domina el color sepia y los toques de azul, que acentúan la tristeza y la desolación. Cualquiera de estos dibujos es mucho más suelto en la línea y menos académico en la técnica que los realizados para Nueva Cultura. Nada más evocador para definirlos que el título con el que encabeza Juan Ángel Blasco uno de los textos del catálogo de la exposición monográfica de Rafael Pérez Contel en Xàtiva en el año 1987: “Dibujos soñando escultura”, ya que si hay algo que no falta es volumen y vocación espacial, como ya se ha comentado, además de mostrar la voluntad que acompaña a su obra escultórica, que muy bien expresa Blasco Carrascosa en  “el ansia de renovación y de sincera conexión con el espíritu de su tiempo”.

Los temas de los dibujos carcelarios de los que hablamos se podrían resumir en: suicidios por ahorcamiento, ejecuciones, detenciones, juicios de varias personas o mujeres presas y espacios carcelarios. Uno de los dibujos fechado en 1952, de una ejecución por ahorcamiento, nos permite datar otros de papel y técnica similar: utiliza la témpera creando superficies bastante texturadas para recrear los muros, techo y suelo de un receptáculo en el que adivinamos la cárcel, antes de que nos lo confirme otro dibujo similar en el que pone “P. Contel, Carcel Modelo”. Por medio de ese vacío espacial, que en realidad no existió dada la superpoblación de los primeros años, se palpa la soledad del individuo preso. En otros se expresa la humillación en el cuerpo de varias mujeres desnudas, flanqueadas por soldados, de las que cuelgan unos letreros: “POR PUTA”, “POR ROJA”, “POR ATEA”.

En estos dibujos, de indudable interés testimonial y artístico, hay una cierta referencia y no sólo en el tema a los grabados de Goya “Los desastres de la guerra”, en títulos como el de: “Lástima de simiente joven” o “No tienen bastante”. Es difícil que los pudiera hacer en la cárcel, pero si es probable que alguno de los bocetos realizados con lápiz o tiza y sin pintar, que después son desarrollados con una técnica más pulida, fueran
realizados en la prisión. En cualquier caso, es un tema que retoma en diferentes etapas de su vida.

Pero la línea de experimentación formal que había iniciado durante la República con su obra escultórica quedó estancada, como la de muchos otros artistas que se quedaron en España y no se fueron al exilio, no evolucionó a más. La consecuencia de la guerra para el arte y la cultura, que había experimentado un resurgir con la II República y los años precedentes, fue funesta. Y, apropiándome de las palabras de Juan Ángel Blasco en el citado catálogo,

“¿se imagina el lector qué otra hubiera sido la historia de la cultura valenciana de los últimos cincuenta años, de no haber tenido lugar la maldita Guerra de España y sus funestas consecuencias posteriores? ¿Cuántos “sueños” escultóricos de Pérez Contel se habrían convertido en una auténtica realidad?

Un comentario sobre “La Prisión Celular de Valencia

  1. Me gustaría saber que contactos pudo tener D Rafael Pérez Contel, con el dibujante «Bluff» y el editor Carceller, reclusos como él en la misma carcel, y fusilados posteriormente

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